Luego de que mi vuelo llegara a Lima con 3 horas de retraso (producto de un rayo que cayó en el aeropuerto de Buenos Aires cuando estuve por allá), estuve de nuevo en casa de los padres. El taxista me preguntó si iba a algún hotel, pero luego recapacitó en su error cuando llamé "el zanjón" a la Vía Expresa. Conforme iba por Faucett y luego por La Marina, vi que las cosas siguen casi iguales (las cosas no cambian tanto en 4 meses, no?). El reencuentro con la madre y mi hermano estuvo dentro de lo habitual... conversamos un poco y luego de desayunar papa con queso (insisto, que me guste viajar fuera del país y disfrutar de Armani y El Cordero Patagónico no impide que me gusten esos pequeños placeres de la comida andina -- al final de ahí vengo) me fui a dormir.
En la tarde, almorcé con mi madre (mi hermano se fue a la U) y después de mandar un avance de mi tesis a Santiago, salí a ponerme al día sobre los chismes de la farándula (léase las cosas que les ocurren a los amigos, conocidos y desconocidos). De ese encuentro que duró cerca de 4 horas, llegué a concluir algunas cosas:
1. A veces es bueno que los amigos/as te echen de menos.
2. El salir y planear estar fuera por tanto tiempo puede hacer que pierdas algunas oportunidades en el plano sentimental.
3. Las tiendas aquí cierran mucho más tarde que en Santiago.
4. Mis habilidades de cruzar pistas y torear carros han disminuido notablemente.
Pero bueno, al final disfruté la gastronomía peruana, y porqué no, también de viajar en combi. Meditando sobre esas cosas, regresé caminando a mi casa y me dormí.
viernes, 25 de mayo de 2007
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