Cuando vivía en el Perú, la idea de celebración por 28 de Julio se reducía a dos cosas: o viajar fuera de Lima a relajarse un poco o quedarse descansando en la casa para también relajarse un poco. La mayoría de veces tocaba quedarse en casa, pues era tanta la gente que salía de Lima que encontrar un sitio donde fueras bien atendido era demasiado difícil (al igual que en cualquier otro feriado largo). Además, lo demandante de mi trabajo hacía que igual estuviera tenso... recuerdo que una vez tuve que regresarme de Huancayo antes de tiempo para terminar unos pendientes.
Ahora que estoy fuera del país, el 28 de Julio es un día normal. Obviamente, no ves las casas embanderadas ni avisos en TV que realzan el sentimiento patriótico, pero igual uno trata de arreglárselas a su manera. El año pasado me la pasé pelándome de frío y no hice nada. Este año celebré el 28 a mi modo: no escuché el discurso del "mal menor", pero igual comí comida típica y me la pasé escuchando rock peruano (no, la música criolla no va conmigo a menos que esté con una buena dosis de tragos encima).
Por la tarde, luego de haber avanzado resumiendo literatura para la tesis, me fui a compara unas cosas y ver los Simpson... recuerdo que la última vez que había hecho cola para ver una película fue en 1998, para ver Titanic en el entonces cine Alcázar. Esta vez compré mi entrada a las 4:20 para la función de las 6, y tuve que hacer cola por 40 minutos para poder entrar. Y ni aún así conseguí un sitio más o menos decente. Igual he de decir que la espera valió la pena.
Lo curioso de todo esto es que, exceptuando la compañía familiar, el 28 la pasé casi igual que como la hubiese pasado en Lima (sí, ahí también hubiese hecho lo mismo).
Ahora que estoy fuera del país, el 28 de Julio es un día normal. Obviamente, no ves las casas embanderadas ni avisos en TV que realzan el sentimiento patriótico, pero igual uno trata de arreglárselas a su manera. El año pasado me la pasé pelándome de frío y no hice nada. Este año celebré el 28 a mi modo: no escuché el discurso del "mal menor", pero igual comí comida típica y me la pasé escuchando rock peruano (no, la música criolla no va conmigo a menos que esté con una buena dosis de tragos encima).
Por la tarde, luego de haber avanzado resumiendo literatura para la tesis, me fui a compara unas cosas y ver los Simpson... recuerdo que la última vez que había hecho cola para ver una película fue en 1998, para ver Titanic en el entonces cine Alcázar. Esta vez compré mi entrada a las 4:20 para la función de las 6, y tuve que hacer cola por 40 minutos para poder entrar. Y ni aún así conseguí un sitio más o menos decente. Igual he de decir que la espera valió la pena.
Lo curioso de todo esto es que, exceptuando la compañía familiar, el 28 la pasé casi igual que como la hubiese pasado en Lima (sí, ahí también hubiese hecho lo mismo).
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