El último día en Lima fue bastante tranquilo. Luego de la reunión en el depa de un amigo donde nos quedamos conversando sobre las glorias pasadas llegué a mi casa a las 5 de la mañana. Ver la ciudad vacía con esa neblina que suele envolverla en las noches de otoño era una sensación que extrañaba. El último día la pasé en casa terminando mi tarea y una presentación que tenía que hacer en Santiago al día siguiente. Nada en especial, aunque he de confesar que esta vez me costó un poco irme. Quizá el mes que me quedé en Diciembre haya sido demasiado largo (al final terminé aburrido), pero los 4 días que estuve fueron pocos... de hecho no pude ver a toda la gente que quise haber visto ni hice todo lo que tenía planeado. Sin embargo, tengo que hacerme la idea que el tiempo de las visitas se irá acortando, mientras que el intervalo entre las mismas se alargará. Quien sabe...
Otras dos cosas que pasaron por mi mente fueron que el ir al aeropuerto a despedirme ya dejó de ser un evento extraordinario. No es por quejarme, pero esta vez nadie fue a despedirme con un pañuelo rojo como el pato del messenger (aunque sé que mi madre tenía uno listo). La otra cosa es que, mientras el radar de Buenos Aires siga malogrado, aconsejo no viajar en Gol (a menos que estén dispuestos a quedarse un par de horas de más en el aeropuerto).
domingo, 3 de junio de 2007
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