domingo, 4 de marzo de 2007

DIA 4: En la Trampa de Turistas

Una vez sacudido del espíritu consumista que me poseyó el día anterior, decidí regresar a mis origenes. No más cordero patagónico ni compras. Separé el city tour para la tarde y durante la mañana me di varias vueltas alrededor de la ciudad por los lugares que el tour no cubriría. Salí del hotel hacia la Plaza de Mayo y una vez dentro de la catedral me encontré con una familia peruana… me di cuenta de que eran peruanos por tres cosas: (1) por su forma de hablar… el “oe” y el “pe” eran omnipresentes (2) porque en la tumba de San Martín (si, dicen que San Martín está enterrado ahí) se paraban tomando fotos con cualquier cosa que dijera Perú, Lima o alguna otra temática alusiva a los símbolos patrios y (3) el jean de la hija era marca Piers.

Luego de haberme encontrado nuevamente con mis compatriotas, huí despavorido hacia Puerto Madero. La otra vez (la del cordero) no había llevado cámara, así que tomé las fotos y los videos respectivos. Me sorprendió mucho que la gente usa ese canal para practicar deportes acuáticos: habían varios kayaks, botes a remo y canoas como las que usaban los indios. Luego de sentarme a contemplar el panorama, volví a Plaza de Mayo con la intención de tomar el metro, almorzar y volver al hotel a que el tour me recogiera. La estación de dicha plaza es parte de la línea A del metro, la primera que se construyó. Por ello, tanto las estaciones como los vagones reflejan dicha época. Con decir que las puertas se tienen que abrir manualmente y en lugar del ruido que hace el tren cuando va a partir alguien tiene que tocar un silbato. Una vez que me subí al vagón pensé en los antiguos con sus sombreros de copa y bigotes tipo Don Vittorio y las damas con vestidos de la época victoriana y cómo todo ello les representaba parte del progreso infinito que discutíamos ayer. A diferencia de otros metros, los túneles de éste son bastante iluminados y más amplios.

Estaba tan entusiasmado alucinándome en inicios del siglo XX que me pasé de estación… y aquí a diferencia del metro de Santiago, no puedes cambiarte de anden tan fácilmente. Tienes que salir de la estación, pagar de nuevo y volver a tomar el tren en sentido opuesto. Lo otro es cruzar la vía… he visto gente que lo hace… como la electricidad pasa en unos cables por el techo de los túneles y no en los rieles, es seguro cruzar. Sin embargo, dado que no quería morir aplastado por el siguiente tren y que, según mis cálculos, no debía estar lejos de la estación en la que debía bajarme, regresé caminando al hotel, disfrutando del clima agradable que hacía en aquél momento.

Por la tarde de mi penúltimo día (bueno, último para fines prácticos), salí en tour por la ciudad. Cosa rara puesto que todo turista que recién llega hace primero este periplo y luego se va a hacer otras cosas. El precio me pareció accesible (30 soles) y como no quiero estar perdiéndome por ahí y pagar un taxi me sale más caro, preferí hacerlo. Generalmente estoy en contra de los tours, pero cuando veo que va a ser difícil movilizarme por la ciudad por mi cuenta, no me queda otra. De hecho, las únicas veces que he hecho tour fuera del Perú son en Argentina (sé que está fuera de contexto, pero hablando de tours, creo que no hay uno más estúpido que visitar las casas de las estrellas en Los Angeles... tenía que decirlo. Ni siquiera entras a la casa y menos ves a la “estrella”).

Como en todos los tours, siempre hay personajes pintorescos. Fuera de los habituales gringos, que son un caso aparte, habían dos parejas de chilenos, una señora uruguaya que viajaba sola y una mexicana ya mayor que había viajado con su hijo y un amigo de éste. Además había dos asiáticos con pinta de mafiosos (¿japoneses, coreanos, chinos, vietnamitas?... si alguien me enseña a distinguirlos le estaré eternamente agradecido)… en fin. La uruguaya y la mexicana se sentaron enfrente mío… y cada cual comentaba acerca de sus viajes a distintas partes del mundo. Creo que al final terminaron muy amigas porque se enseñaron las fotos se sus nietas que habían ido a competencias en Cancún y Punta del Este, respectivamente. Pero el premio a la mayor cantidad de condoros se lo daré a la señora mexicana. Está bien intentar caerle bien a alguien, pero de ahí a lanzar tal cantidad de incoherencias como la comparación del tulipán holandés con el mexicano (¿hay tulipanes mexicanos?) me parece demasiado.

Mientras trataba de abstraerme de la conversación de tan agradable compañía, el tour paró en varios sitios de interés turístico: La Plaza de Mayo, que para esa hora ya me la conocía de memoria, el estadio de Boca… con estatua a Maradona incluida (supongo que antes de que se metiera en drogas y eso), y la famosa calle Caminito, todo un símbolo al mercantilismo. Fuera de lo colorido de sus casas y la historia que hay detrás de todo el barrio, que me parece sumamente interesante, es lo que los gringos llaman un “tourist trap”… o trampa para turistas. Gente intentándote vender todo tipo de mercadería desde el tango hasta Mafalda, pasando por el Che Guevara. También existia la opción de tomarme una foto con una bailarina de tango, todo por una módica suma. Realmente salí decepcionado de la tan famosa calle. Debería haber otro tipo de tours orientados a gente que desea conocer más la historia de los barrios y no sólo a gente ávida de comprar tiestos para demostrarles a otros que fueron al lugar X. Para los interesados, la Boca es un barrio de migrantes de orígenes humildes cuya actividad giró alrededor del puerto de Buenos Aires, y hasta ahora sigue siendo el barrio más pobre de la Capital Federal. Lamentablemente eso no le importa al 99% de turistas. Finalmente, en símbolo de repudio no me tomé la foto en la mentada calle (a diferencia de todos mis conocidos que han caído a dicha trampa).

Ante mi solicitud, el tour me dejó botado en el barrio de la Recoleta (sí, donde estaban las tiendas fashion). Yo todo inocente quería entrar al cementerio a ver la tumba de Eva Perón, pero ya había cerrado hacía media hora. Sin embargo, mi visita no fue en vano… pude disfrutar de un buen espectáculo de tango al aire libre (aunque hace poco leí que es un show para turistas... no importa, igual me pareció bueno).


Con eso creo que había cumplido con mis objetivos: vino, parrilla (con cordero patagónico incluido), fútbol, tango… y la calle Caminito… que asco. Me dispuse alegremente a regresar a mi hotel, que quedaba como a unas 20 cuadras. Para ese entonces, el sol había cedido paso a un amenazante cielo nublado. Una media hora la pareja de chilenos le preguntó a la guía si eso significaba que iba a llover, pero ella dijo “no, que va a ser”. Como en la cuadra Nº 5, comenzaron a caer algunas gotitas… que se volvieron gotones en la cuadra Nº 10. Con un miedo intenso (casi terror diría yo) a que se repitiera mi experiencia del jueves, apuré el paso para llegar al hotel. En una de mis alucinaciones durante el trayecto se me metió a la cabeza la canción “Movete” (movete chiquita chiquita movete…) seguramente por lo de Argentina y todo eso. Estaba tan concentrado en llegar al hotel que casi mando al diablo a las personas que suelen pasarme papelitos triple X. Finalmente la hice, pero empapado y jurando llevar mi paraguas hasta para ir al baño.

Lamentablemente la lluvia me dejó con las ganas de hacer un video paseando por la calle Santa Fe… (Como en la canción del Chabón… “paseamos juntos por Santa Fe…”). Ni modo, será para la próxima.

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