Siempre que había salido de Santiago en avión había recurrido a los servicios de un transfer (una minivan que te recoge en la puerta de la casa y te deja en el aeropuerto), que cuesta como 4000 pesos (23.7 soles). Básicamente había optado por esa alternativa debido a las horas bizarras a las que salían mis vuelos. En esta ocasión, dado que el vuelo salía a las 6:20 de la tarde y llevaba poco equipaje dije: “ahora tomaré la opción más económica”, que consistía en tomar el metro hasta la terminal de buses (380 pesos – 2.25 soles) y de ahí un bus que lleva a la gente por 1400 pesos (8.30 soles). Ergo, podía ir casi igual de cómodo gastando menos de la mitad. Hasta ahí todo bien. Llegamos al aeropuerto sin ninguna novedad y pasé a chequear mi equipaje. En los sitios donde te sellan el pasaporte me encontré con la agente migratoria más amable que he visto en mi vida (no sé pero de pronto se mostró interesada en mis actividades en Chile… o a lo mejor quería hacerme caer en contradicciones para arrestarme)… como sea.
El viaje lo hice en Gol. Buenos Aires era solo una escala puesto que el vuelo iba hacia Florianópolis. Debo decir que los aviones estaban un poco sucios (con polvo y restos de la comida del vuelo anterior), y que tanto la revista de vuelo como las instrucciones las daban en portugués. Luego venían en inglés y luego en un español bastante malo. El refrigerio consistió en un vaso de bebida (yo todo exótico pedí guaraná), un sándwich de jamón con tomate y un pancito raro con algo dulce dentro (creo que era mermelada). Llegamos a Ezeiza (el aeropuerto de Buenos Aires para los que no saben) a las 8 pm y nuevamente seguí con mi estrategia de ahorro. Había averiguado en Internet que, aparte de los taxis, existe una opción de ir en buses de una empresa llamada Manuel Tienda León. De ahí ellos te llevan al hotel. En el counter pedí el servicio, pero oh sorpresa, como mi hotel estaba en Palermo no llegaban hasta ahí. En todo caso tenía mi plan de contingencia (tomar el metro – o subte como lo llaman aquí) desde una estación donde sería dejado por el bus de Tienda León.
En el camino tuve mi primera impresión de Buenos Aires. Ya había estado anteriormente aquí en agosto del 2005, pero sólo en tránsito entre los dos aeropuertos en mi viaje a Montevideo. Pese a que era de noche me llamó la atención la cantidad de edificios de departamentos que existen. A diferencia de Santiago, donde la mayoría de edificios son nuevos, éstos eran viejos… yo diría que fueron hechos entre las décadas del 40 y 70. Existen signos de que ésta fue alguna vez una ciudad más cosmopolita y avanzada de lo que actualmente es (aunque igual sigue estando a años luz de Lima). Digo esto porque los edificios que vi se encontraban faltos de mantenimiento, no sé… con un aire a viejo que es difícil de describir. Luego de hacer el transbordo y subir al metro, llegué a Plaza Italia (la estación donde debía bajar). Caminé tres cuadras hasta donde estaba el hotel para enterarme que habían tenido problemas con la reserva por Internet, pero que me habían hecho una reserva en otro hotel de la misma cadena… serían como las 10:30 pm para ese entonces. Me pagaron el taxi hasta el otro hotel, que resultó estar situado en la calle Corrientes (si, la calle donde se reúnen los peruanos a vender chucherías) y a dos cuadras del Obelisco. En realidad eso era lo que quería desde un inicio, y en mi búsqueda inicial por Internet no habían habitaciones… al final salí ganando pues el hotel estaba en un sitio más céntrico y costaba menos… en el viaje en taxi, confirmé mi impresión inicial. Pese a todos los problemas por los que ha pasado, Buenos Aires sigue siendo Buenos Aires: los que dicen que tiene un aire europeo no se equivocan. Eran como las 11 de la noche y todo seguía abierto, incluso las librerías!!!, mientras que a esa hora en Santiago todo está muerto (más aun un miércoles). Ahora entiendo en algo la rivalidad que tienen argentinos y chilenos: alguna vez leí que mientras Argentina era como una familia tradicional que siempre ha tenido plata, Chile es como el nuevo rico, que con el tiempo llegará a ser tradicional (esperemos que pronto).
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